Illunbe: entre la nostalgia y el deber cumplido

Se acabó. Desde el pasado miércoles 29 de septiembre Illunbe vuelve a ser una cancha de baloncesto. Siete meses después de que esta plaza de toros se convirtiera en el primer punto de vacunación de alto rendimiento de Euskadi, Osakidetza abandona sus instalaciones y lo hace tras haber afrontado una vacunación que a todas luces ha sido un éxito. Una actuación ejemplar obligada por el mandato que la sociedad nos había otorgado para poner todo nuestro saber y todos nuestros recursos a su servicio y hacer frente a una enfermedad terrible.

Tras enfrentarnos a las consecuencias de una pandemia de estas características y tras muchos meses de arduo trabajo había que sobreponerse, respirar y afrontar una vacunación para la cual era necesario movilizar muchos recursos. Vacunar a la población gipuzkoana se convertía en un desafío importante para nuestra organización, quizás de los más relevantes a los que ha tenido que enfrentarse en décadas. Nunca se había hecho nada igual y seguramente muchos de nosotros y nosotras tampoco volveremos a enfrentarnos a algo parecido.

Comenzaba una nueva etapa en la lucha contra la pandemia. Era necesario hacer mucho, bien y rápido. Había que estar a la altura. La ocasión lo merecía. Y así, la maquinaria se puso en marcha. La dirección de la OSI Donostialdea fue quien dio los primeros pasos. Había que organizar y coordinar la vacunación y movilizar todos los recursos disponibles. El contacto con el Departamento de Salud era estrecho y las decisiones se fueron tomando con la rapidez y decisión que requería el momento. Poco a poco se fue dibujando un plan de vacunación en el cual Illunbe fue el sitio elegido, el buque insignia que serviría de ejemplo a todos los centros que luego se fueron abriendo en nuestra comunidad autónoma.

Febrero no había hecho más que comenzar. Hacía un mes escaso que las primeras vacunas habían llegado a Euskadi. La vacunación comenzaba a ser una realidad y la mayoría de nosotros y nosotras, como profesionales sanitarios, comenzábamos a recibir las primeras dosis. Pero había que dar otro paso. Enfrentarse a la Covid-19 pasaba por vacunar a miles de personas. Había que ponerse manos a la obra. En estos primeros momentos se decidió que la vacunación se iba a extender por toda nuestra OSI. Junto a Illunbe el PAC Bengoetxea, el Ambulatorio de Gros, la sede de la DYA en Zarautz, el frontón de Zumaia, la Sala Reina de Errenteria y el Polideportivo de Hernani comenzaron a vacunar a personal esencial y a personas mayores de 90 años.

Así las cosas, Illunbe comenzaba a ser una realidad. Es cierto que en esos primeros instantes daba vértigo ver unas instalaciones como las de la plaza de toros pensando que allí había que construir un centro de vacunación. Era difícil imaginar lo que estaba por venir. El desafío de acondicionar y humanizar un recinto pensado para miles de personas era colosal. Un puñado de enfermeras y enfermeros y celadores fueron los elegidos y elegidas para ponerlo en marcha. En un principio solo se abrieron dos puestos, pero la apuesta era mayor. Era el momento de ser ambiciosos y ambiciosas, de jugar a la grande. Así, se tomó la decisión de tener preparado un recinto que pudiera hacer frente a una vacunación que se preveía multitudinaria y con esa meta se comenzó a trabajar.

La respuesta de nuestra organización fue ejemplar. Los correos electrónicos se cruzaban entre servicios, las reuniones se sucedían…. Había que acondicionar un espacio enorme. Hacía falta personas, mobiliario, ordenadores, señalética…. Era emocionante observar como todas las personas de nuestra OSI ponían su experiencia y su saber hacer para conseguir que Illunbe fuera lo que ha sido estos últimos meses.

Y llego el 2 de marzo. El día que se presentaba a la sociedad su nuevo centro de vacunación. El impacto mediático fue altísimo. Los medios de comunicación interesados en cubrir este acontecimiento se contaban por decenas. Todavía recordamos como los y las representantes de la OSI Donostialdea requeridos por los medios, desaparecían en una maraña de cámaras y micrófonos. Éramos el centro del mundo. Quizás no nos dábamos cuenta, pero estábamos haciendo algo importante. La vacunación había comenzado. El pistoletazo de salida se había dado. Qué iba a ocurrir era una incertidumbre.

Y lo que ocurrió, como no podía ser de otra manera, es que aquello fue un éxito. Illunbe fue creciendo. Los dos puestos dieron paso a cinco más. La vacunación se iba extendiendo por todo el recinto. El trabajo se iba especializando. Se abrían salas para la carga de vacunas, para almacén, para oficinas. Crecer es siempre una tarea compleja. Significa mayor esfuerzo, mayor responsabilidad, mayores recursos. Pero se consiguió crecer y mucho. Tanto que el fin de semana del 1 y 2 de mayo se inocularon 16.000 vacunas. 16.000 personas más sus acompañantes se acercaron esas fechas por Illunbe. Un número que pone de manifiesto la capacidad organizativa de nuestra OSI.

Es complejo plasmar en unas líneas el trabajo que ha realizado cada servicio porque ha sido mucho y muy variado igual que es difícil nombrar a todos y todas sin olvidar a alguien. Cada persona de esta organización tiene una parte de responsabilidad en el éxito que ha supuesto Illunbe: las y los que han comprado, las y los que se han encargado de suministrar, las y los que han comunicado, las y los que han pinchado, las y los que han decidido, los y las que han limpiado, los y las que han acarreado, los y las que han cuidado, las y los que han citado, las y los que han cogido el teléfono, las y los que han vigilado la vacunación,  los y las que se han preocupado de la seguridad y salud de los y las trabajadoras, las y los que han transportado, las y los que han puesto en marcha los ordenadores, las y los que han arreglado, instalado y colocado….

Y al frente de todo esto un grupo humano excepcional. Más de 100 personas han trabajado durante estos meses en Illunbe. Ellos y ellas han sido los que han puesto cara a la vacunación, las y los encargados de remar, de llevar la trainera a la meta. Es de justicia decir que estas personas han tenido un comportamiento ejemplar, una profesionalidad indiscutible. Gracias a ellos y ellas Illunbe ha sido lo que todos y todas queríamos que fuera.

Y como en todas las cosas que salen bien, el principio y el final ha sido lo mejor. Lo mejor porque al principio vacunamos a nuestros mayores y porque hemos terminado vacunando a nuestros jóvenes. Nuestra sociedad liderada por Osakidetza ha contribuido de manera directa en parar esta pandemia. De los dos millones de vacunas que se han inoculado en Euskadi en Illunbe se han puesto más de 428.000. Nada menos que 428.000 ladrillos que han construido una pequeña parte de ese muro con el que estamos poniendo contra las cuerdas a esta enfermedad. Una pequeña parte de ese muro que se está levantando a nivel planetario, sin distinción de razas, sexos, nacionalidades. Ahí estamos y ahí estaremos. Esta es nuestra pequeña contribución. Illunbe es ya un símbolo, un ejemplo de lo que se puede llegar a conseguir trabajando en equipo.

El otro día una enfermera que hablaba con una compañera mientras observaban como Illunbe se desmantelaba señalaba con cierta pena y de una forma gráfica el momento: “esto es como cuando se encienden las luces de la discoteca y te dicen que la noche se ha acabado”. Así es, todo ha acabado. Han encendido las luces y todos y todas nos miramos a la cara, nos descubrimos las ojeras y el cansancio, pero nos miramos con la satisfacción de haber contribuido a algo importante. Algo que sin duda alguna se escribirá en los libros de historia. Algo que para nosotros y nosotras ha merecido la pena.

Sois las y los mejores. Mila esker.